jueves, 26 de marzo de 2009

¿Alguna vez pensaste si Pablo tenía tiempo libre?

Muchas veces, nos damos cuenta de repente que nos pasamos la vida queriendo ganar tiempo. Y ganamos así una gran cantidad de tiempo: ¿De qué nos sirve ese tiempo? ¿Cuánto tiempo dedicamos a las personas que están cerca de nosotros? ¿Y cuánta alegría y placer experimentamos en nuestro trabajo viviendo ese tiempo plenamente? Miremos la vida de Pablo, su tiempo y cómo lo vive con intensidad, sin apuros y sin estrés, compartiendo sus horas libres con amigos.

En la Carta a los Tesalonicenses, el Apóstol Pablo, escribe:

“Que sea para ustedes una cuestión de honra el vivir en paz, ocupándose de lo propio y trabajando con sus propias manos, conforme les he recomendado. Así llevarán una vida honrada a los ojos de los extraños y no pasarán necesidad de nada” (1Tes 4,11-12).

Del apóstol Pablo, todos tenemos tanto que aprender y este es el objetivo del Año Paulino: aprender de San Pablo la fe, aprender de él quién es Cristo, aprender de él cómo es el camino para una vida plena.

La ciudad de Corinto le ofrece a Pablo un tiempo largo de estadía, hace tiendas y pasa los sábados en las sinagogas. Allí, como maestro, discute y predica. El tiempo libre: tiene que emplearlo en atender las urgencias, porque llegan los problemas, las herejías, en algunas partes no entendieron bien lo que dijo y hay confusión, se producen escándalos y algunos tienen miedo a la parusía cercana. Es precisamente desde Corinto que Pablo escribe la primera Carta a los Tesalonicenses invitándolos a vivir en paz desarrollándose a través de su trabajo, llevando una vida honrada. Es también en Corinto donde tuvo la suerte de encontrar a Priscila y Aquila, en cuyo taller trabajaba haciendo tiendas de campaña (cf Hch 18,3). Pablo no tenía un taller propio con clientela estable, sin dudas que el taller de tiendas de campaña era también un lugar de conversación. Ciertamente los amigos iban a buscarlo allí para encontrarse con él y él compartía con ellos su tiempo libre. Llegaron a conservar como recuerdo los pañuelos y lienzos que Pablo usaba en el trabajo (Hch 19,12).

Es interesante descubrir que Pablo, como buen comunicador, dedicó también su tiempo libre a escribir, por ejemplo cuando estuvo preso escribe la Carta a los Filipenses y a los Efesios, por eso les dice: “Yo, Pablo, estoy preso por Cristo Jesús” (Ef 3,1). Así se mantenía en contacto con sus comunidades.

Durante los viajes, Pablo mantenía ese contacto a través de distintas personas, como por ejemplo Timoteo (1Tes 3,2-6), y a partir del segundo viaje, se mantenía en contacto escribiendo las cartas. Pedía que sus cartas fueran leídas en las reuniones de la comunidad (1Tes 5,27) y que fuesen enviadas también a las demás comunidades: “Una vez que hayan leído esta carta, háganla leer también en la Iglesia de Laodisea” (Col 4, 16).

En Éfeso Pablo enseña diariamente en la escuela de un hombre llamado Tirano (Hch 19,9). Una tradición muy antigua informa que esta enseñanza diaria se hacía entre la quinta y décima hora, esto es, entre las once de la mañana y cuatro de la tarde. O sea, durante la hora del almuerzo y del descanso. Pablo sólo tenía unas horas libres para anunciar el Evangelio. La enseñanza de Pablo encuentra respaldo en el testimonio de su vida, “Recuerden hermanos nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia” (1Tes 2,9).
Pablo nos enseña hoy a respetar el propio tiempo para “vivir en paz, ocupándose de lo propio y trabajando con las propias manos” como dice a los Tesalonicenses. Significa perder un poco más de tiempo en cada cosa, someterse a ese tiempo, vivirlo intensamente sin estrés. La vida es una sucesión de tiempos, pero realizar muchas actividades implica dejar de lado la calidad individual de cada cosa.

Y concluimos con este interesante “diálogo” que mantiene el filósofo Séneca, nacido cuatro años después de Cristo, con Paulino, hombre público de la época:

“Habiendo llegado a lo último de la edad humana, teniendo cerca de cien años o más, ven acá, llama a cuentas a tu edad. Dime, ¿cuánta parte de ella te consumió el acreedor, cuánta el amigo, cuánta la República y cuánta tus allegados, cuánta los disgustos con tu mujer, cuánta el castigo de los esclavos, cuánta el apresurado paseo por la ciudad? Junta a esto las enfermedades tomadas con tus manos, añade el tiempo que se pasó en ociosidad, y hallarás que tienes muchos menos años de los que cuentas.
Trae a la memoria si tuviste algún día firme determinación, y si lo pasaste en aquello que lo habías destinado. Qué uso tuviste de ti mismo, cuándo estuvo en un ser el rostro, cuándo el ánimo sin temores; qué cosa hayas hecho para ti en tan larga edad; cuántos hayan sido los que te han robado la vida, sin entender tú lo que perdías; cuánto tiempo te han quitado el vano dolor, la ignorante alegría, la hambrienta codicia y la entretenida conversación: y viendo lo poco que a ti te has dejado de ti, juzgarás que mueres malogrado.

¿Cuál es, pues, la causa de esto? El vivir como si hubieras de vivir para siempre, sin que tu fragilidad te despierte. No observas el tiempo que ha pasado, y así gastas de él como de caudal colmado y abundante, siendo contingente que el día que tienes determinado para alguna acción sea el último de tu vida. Temes como mortales todas las cosas, y como inmortales las deseas. Oirás decir a muchos que llegando a cincuenta años se han de retirar a la quietud, y que el de sesenta se jubilará de todos los oficios y cargos. Dime, cuando esto propones, ¿qué seguridad tienes de más larga vida? ¿Quién te consentirá ejecutar lo que dispones? ¿No te avergüenzas de reservarte para las sobras de la vida, destinando a la virtud sólo aquel tiempo que para ninguna cosa es de provecho? ¡Oh cuán tardía acción es comenzar la vida cuando se quiere acabar! ¡Qué necio olvido de la mortalidad es diferir los santos consejos hasta los cincuenta años, comenzando a vivir en edad a que son pocos los que llegan!” (texto citado en “Pierda tiempo, viviendo despacio transcurre la vida” de Ciro Marcondes Filho, Ed. San Pablo, 2006).

Hna. María de la Paz Carbonari, ddm

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es indudable que Pablo, mientras fabricaba sus carpas, conversaba y evangelizaba a toda persona que se acercaba a su tienda. Como que mientras estuvo preso escribia sus tan famosas cartas. Asi deberia ser nuestra vida, mientras se esta al servicio del Senior, no hay "jubilacion" posible, la tarea para EL debe ser full-time.
ETELVINA